Es difícil, en un caso como el de Arte, deshacerse de los precedentes: el montaje de Flotats, con Hipólito y Pou, fue un gran éxito y los aficionados al teatro aún lo tienen en mente. Pero la función de la escena no ha de ser necesariamente superar, reinventar o redescubrir, sino contactar con el público, estar ahí. Que un excelente texto esté en cartelera bien dirigido e interpretado quizá no suponga el descubrimiento de América pero no hay por qué pedírselo.
Eduardo Recabarren, artesano del oficio teatral con muchos montajes a cuestas, asume el reto, tras Flotats y Darín, y logra que uno no piense durante toda la función en los ilustres precedentes. Más figurativo en su planteamiento, su concepto de la escena es menos estético, pero sabe manejar a sus actores, y eso en este texto es fundamental. Francamente, uno ríe a gusto con el famoso monólogo del pusilánime Iván, con la acritud de Marcos o el chauvinismo de nuevo rico de Sergio.
El gran bombazo de Yasmina Reza no lo fue por casualidad: Arte es un texto vibrante, inteligente, abundante en recovecos y giros, con una impredecible carpintería teatral y diálogos memorables. Reza consigue hacer reír al público con una historia tan amarga como puede serlo la destrucción de una vieja amistad y arroja reflexiones de observador externo pero crítico sobre las clases sociales, las máscaras sociales y, cómo no, el mundo del arte. Y lo hace desde el brillante arranque: Mi amigo Sergio se ha comprado un cuadro, dice la primera frase. Un cuadro en blanco por el que ha pagado una fortuna, y que distanciará a los amigos.
Divertido, sagaz, Luis Merlo aplica a Iván ese carácter frágil y torpe de su Mauri televisivo, que conecta con el público, y clava el monólogo convirtiéndolo en un torbellino. Álex O’Dogherty destila cinismo y mala leche como Marcos (o sea, lo que pide el papel) e Iñaki Miramón se mete con mucha gracia en la piel del aficionado al arte que ha perdido el sentido del humor. Olviden las comparaciones: Arte sigue funcionando y merece la pena.
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Eduardo Recabarren, artesano del oficio teatral con muchos montajes a cuestas, asume el reto, tras Flotats y Darín, y logra que uno no piense durante toda la función en los ilustres precedentes. Más figurativo en su planteamiento, su concepto de la escena es menos estético, pero sabe manejar a sus actores, y eso en este texto es fundamental. Francamente, uno ríe a gusto con el famoso monólogo del pusilánime Iván, con la acritud de Marcos o el chauvinismo de nuevo rico de Sergio.
El gran bombazo de Yasmina Reza no lo fue por casualidad: Arte es un texto vibrante, inteligente, abundante en recovecos y giros, con una impredecible carpintería teatral y diálogos memorables. Reza consigue hacer reír al público con una historia tan amarga como puede serlo la destrucción de una vieja amistad y arroja reflexiones de observador externo pero crítico sobre las clases sociales, las máscaras sociales y, cómo no, el mundo del arte. Y lo hace desde el brillante arranque: Mi amigo Sergio se ha comprado un cuadro, dice la primera frase. Un cuadro en blanco por el que ha pagado una fortuna, y que distanciará a los amigos.
Divertido, sagaz, Luis Merlo aplica a Iván ese carácter frágil y torpe de su Mauri televisivo, que conecta con el público, y clava el monólogo convirtiéndolo en un torbellino. Álex O’Dogherty destila cinismo y mala leche como Marcos (o sea, lo que pide el papel) e Iñaki Miramón se mete con mucha gracia en la piel del aficionado al arte que ha perdido el sentido del humor. Olviden las comparaciones: Arte sigue funcionando y merece la pena.
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