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sábado, 23 de noviembre de 2013

'Me gusta la mujer que lucha sin dejar de ser buena gente'


 Ha sido Calígula, Sigmund Freud o Don Juan Tenorio sobre las tablas, que pisó por primera vez siendo poco más que un veinteañero y que ha visitado desde entonces con empeño. Estos días triunfa en Madrid con 'El crédito', de Jordi Galcerán, en la que encarna a un hombre que se ve en el brete de pedir una hipoteca. “Es alguien que sigue creyendo que la palabra dada tiene el mismo valor que un papel firmado. Pobre”. En la obra sólo hay dos hombres en escena, “el banquero y yo, y, sin embargo, son las mujeres las protagonistas en off de la función, porque todo lo que hacen esos personajes está influido por su relación con ellas. Bueno, como casi todo en la vida”, dice divertido.

“Lo cierto es que hay cosas que les envidio”, apunta. “Maduran antes que nosotros, en general. No sé si es genético, si se relaciona con su capacidad para crear vida o con ese arrinconamiento al que se han visto sometidas durante siglos, pero espabilan mucho antes. No sirve de mucho, porque con más aptitudes, más dedicación y constancia en muchos casos, siguen teniendo que demostrar el doble que los hombres para llegar al mismo sitio”

Considera un privilegio el haber crecido en una familia de artistas “donde las costumbres no eran las de otras de la época. Se vivía la igualdad de la manera más natural. Es decir, las mujeres en el mundo del teatro, del cine, son tan importantes o más que los hombres, y en mi familia han traído muchas veces el pan a la mesa y a nadie le dio por rasgarse las vestiduras”.

Confiesa que ha tenido la fortuna de comunicarse con su entorno femenino con gran fluidez y admiración. “Me han rodeado mujeres que son como para tomar nota y seguir el ejemplo. Por ejemplo, mi hermana Amparo. Es increíble lo comprensiva y lo protectora que puede ser y lo luchadora por lo que persigue. Pero a la mujer ambiciosa se la mira mal y, en cambio, el ambicioso es admirable. Ya está bien de tanto cliché. Ese es el tipo de mujer que me gusta. La que pelea por su lugar en el mundo sin perder un ápice de empatía, ni dejar de ser buena gente”.

Es en este terreno en el que marca algunas diferencias entre unos y otras. “En lo de la empatía, los hombres andamos mucho más cojos. En espontaneidad, también. Y en la vida, somos peores actores. No hay más que ver a los políticos. Las mujeres de la política interpretan mejor, aunque no se puede decir que a ninguna le vayan a dar un Oscar. Igual es que ellos están peor dirigidos”, bromea.

También señala las diferencias a la hora de enamorarse. “Para una mujer, el físico suele estar en tercer o cuarto plano. Los hombres lo solemos colocar en primer lugar. Es importante para muchos que la mujer sea hermosa; sobre todo para los inseguros, porque a veces aún se la muestra socialmente como una especie de trofeo. La mujer valora otras cualidades, como la inteligencia o el humor. Yo creo que la seducción tiene caminos cortos y largos, y yo, con los años, creo en el recorrido largo. Los físicos se acaban, hay que enamorarse de otras cosas”.

A su juicio, ambos géneros son más parecidos en los defectos que en las virtudes. “Detesto la falta de sinceridad. Los hombres van arrasando; los hay que tienen la poca vergüenza de decir que ‘lo que no les dan en casa se lo buscan fuera’, lo que es un síntoma de inmadurez total. Las mujeres usan lo de ponerles un poco nerviosos para que les hagan caso. Pullas, medias palabras, reproches velados”.

Él aboga por hablar con claridad. “Los subterfugios y los protocolos son parches que acaban dinamitando la relación más sólida. El gran problema entre hombres y mujeres es que no hablan a calzón quitao”.

Sobre el arquetipo del Tenorio, que tantas veces ha representado en los escenarios, tiene una visión clara. “Siempre habrá Tenorios, pobrecitos. Pero todo Tenorio es un mentiroso. La seducción es el arte de la mentira. Muestras lo que crees atractivo y escondes lo que no te lo parece. Es muy diferente del afán y el deseo de conocer a alguien que te ha interesado. Cuando eso se produce, el artificio sobra”.

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