Afirma que el teatro le genera un subidón de adrenalina y hoy lo volverá a sentir en el escenario del Nuevo Teatro Circo de Cartagena
A punto de aterrizar en Cartagena, ciudad a la que ha traído
prácticamente todas las obras de teatro que ha hecho, Luis Merlo toma
aliento para atender a esta redacción con la misma amabilidad que si
habláramos con Mauri, su personaje en la popular serie de televisión
Aquí no hay quien viva.
No sé cuál es el adjetivo adecuado,
pero sí, mi vida ha sido, es y será el teatro y ahora más. Desde Los 80
son nuestros hace 23 años, he hecho teatro y más teatro. Mis hermanos y
yo tenemos nuestra propia productora y nuestra sala en Madrid, el Teatro
de Maravillas, y ahora queremos abrir dos más. La producción está en
nuestras manos y elegimos el equipo humano y artístico. El escenario es
la última verdad del actor. En el cine una vez que has hecho el trabajo,
dependes del montador. Un trabajo mal montado puede ser una catástrofe
y, al revés, un mal trabajo si se monta bien puede ser pasable. Pero en
el escenario hay que conseguir que cada representación parezca la
primera y que tenga frescura. Producir un cuadro nuevo todos los días.
El teatro me genera un subidón de adrenalina que no se puede comparar
con nada.
¿Por qué ha hecho tan poco cine?
Me
han llamado poco. Cuando hacía Aquí no hay quien viva y lo compaginaba
con el teatro, recibí varias ofertas para el cine, pero no tenía horas,
me faltaba día.
¿No está un poco harto de que la gente lo identifique con Mauri o con Héctor, su personaje en El Internado?
No,
no. No me importa en absoluto. Me encanta que la gente sea feliz con
algo que ya he hecho mientras yo sigo con mi carrera. ¿Cómo voy a
quejarme teniendo trabajo? Hay gente mucho mejor que yo que está
repartiendo pizzas por la calle.
¿Le ha condicionado en su carrera el ser hijo de Carlos Larrañaga y María Luisa Merlo?
Para
mi carrera ha sido una ventaja, pero en mi vida personal me hubiera
gustado disfrutarlos más siendo niño, pero teníamos horarios que no
cuadraban. Hasta que tuve once años no existía el día de descanso, que
le costó la cárcel a más de uno. He conseguido muchas ventajas y, sobre
todo, ser visto por mí mismo. Hice mi Primera Comunión en el mismo
escenario donde años después estrené Calígula, en el teatro Bellas Artes
de Madrid. Conocí la libertad en una España recortada de libertades. En
aquella España la sociedad teatral vivía de una forma más liberal que
el resto. Hoy los jóvenes tienen mucho miedo al fracaso una vez que han
triunfado. Yo en casa viví épocas de mucho trabajo y otras de no tanto.
Así que superé eso de vivir pendiente de una llamada.
¿Cuál es el mejor consejo que le dieron sus padres?
Mi
madre estaba de gira en México y mi padre había rehecho su vida con Ana
Diosdado. Fui a pasar una temporada con mi abuelo, el actor Ismael
Merlo, y me quedé cuatro años. Me dijo: «Fórmate, habla idiomas, estudia
y baila».
¿Qué mensaje esconde Tócala otra vez Sam?
Se
trata de una obra maestra de Woody Allen, que es un filósofo de la
carcajada. La obra plantea el éxito social, el vivir para fuera o para
dentro de uno mismo, habla del amor, de Dios, de las relaciones entre
hombres y mujeres…
¿Qué película me recomienda?
Me
encanta el cine, pero desde hace año y medio el piano me absorbe mucho
tiempo, pero por ejemplo, El discurso del Rey, que es una pequeña obra
de arte.
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