Dicen que Woody Allen, como todos los grandes genios, ha escrito siempre la misma película, con ligeras variaciones. Él tampoco se ofende por esto y sigue fiel a su cita anual. Ahora Luis Merlo y María Barranco recuperan al Allen de los años 70 que ya era igual de neurótico y pesimista, pero mucho más fresco.
Bogart y Woody Allen, qué dos referencias tan grandes para una misma función...
Qué bonito es cuando conviven el teatro y el cine juntos y tan bien como aquí. Y qué inteligente Woody Allen al hacer del tópico de Humprey Bogart, no el real, el amigo invisible de mi personaje (un crítico cinematográfico bastante frustrado). Dicen que éste es un ejemplo de comedia perfecta y creo que realmente lo es.
Se trata de un Woody Allen joven escribiendo sobre su tema favorito, ese que tanto ha desarrollado después: un hombre neurótico que no triunfa con las mujeres.
Siempre digo que es el filósofo de la carcajada. El humanista más grande que ha contado la historia de Estados Unidos como no les gusta que se cuente: sí, somos bajitos y feos, depresivos, perdedores y tenemos miedo a la muerte. Es un autor lleno de contradicciones, y eso es maravilloso para un actor. Es el ateo con más deseos de creer del mundo; es el que más se ha psicoanalizado del mundo y el que menos cree en esa terapia; se cree romántico, pero practica el patetismo...
He leído que lo compara con Valle-Inclán.
Valle-Inclán convirtió todos nuestros defectos en una característica que definía a un país entero y, como te decía, Wooy Allen ha hecho lo mismo con América.En la época en que lo hizo tenía mucho mérito. Ahora hay un cine más socialmente comprometido con filmes como Mi nombre es Harvey Milk o Monster. Cuando él empezaba, el 80 por ciento eran filmes para soñar. Sus personajes están deformados por el espejo del Callejón del Gato de los que tanto habla Valle. Ambos también tienen en común que señalaban modelos alternativos. Ahora hay mucha negación de lo que existe, pero escasas propuestas.
¿Cómo es la versión de Juan José Arteche?
Absolutamente maravillosa. Soy un actor que en los ensayos sufre muchísimo porque creo que el papel es un traje que nunca me va a sentar bien. Pero esta vez me he sentido a gusto desde el principio. Será también porque me dirige otra vez Tamzin Townsend (Gorda) y porque trabajo con María Barranco, con quien paso casi todo el rato en escena. Pero es que además soy tan «fan» de Allen... He leído todo lo que ha caído en mis manos suyos, textos cortos, teatro, conversaciones, también biografías... Cuando tienes una materia prima tan buena hay que ser muy torpe para no comunicar con el público.
Este personaje no deja de ser Allen, adivino que será difícil quitarse su imagen de la cabeza.
Primero, no se puede pretender imitar a un genio porque eso es perder. Y segundo, a talento seguro que no gano a Allen, pero en neurosis, sí. Soy neurótico de nacimiento y ahora, a los 44 años, también a mucha honra. Ya soy un loco con base. Además, ya para ser guapo me cuesta mucho esfuerzo, tengo que estar tres meses pasándolo fatal. Me estoy quedando calvo, me pongo gordo.. Así que para hacer de cuarentón abandonado me basta con no peinarme.
Le estará explicando a María Barranco, con mucha más experiencia en cine, lo duro que es esto del teatro.
Pero también es verdad que el teatro es la única profesión liberal hoy en día en la que sabes a qué hora terminas. Pase lo que pase, a las 21:30 horas acabas. No te digo si haces cine o televisión.
Hablando de trabajo, su última gira, la de Arte, acabó precipitadamente por un ataque de estrés.
Quedaban cuatro plazas: Bilbao, San Sebastián, Valencia y Salamanca. Ya tenía pensado parar un año, porque durante los últimos siete protagonicé tres obras de teatro y dos series, una de 98 capítulos y otra de 47. La voz me empezó a fallar y fui al mejor otorrino. Me dijo: no tienes nada en la garganta, pero sí un nivel de estrés tan enorme que o te callas o te quedas sin voz.
Será la primera vez que actúe en el Maravillas, el teatro que gestiona su familia.
Le decía a Pedro Larrañaga (su hermano y gestor del espacio): «Ya me toca». Tenía mucha ilusión porque echo la vista atrás y me doy cuenta de que en la primera producción teníamos un coche para vender si la cosa nos iba mal.
Es un espacio que ha logrado atraer a un público hasta entonces poco teatral.
Ése era el objetivo de Pedro ya hace 24 años, cuando hicimos «Los 80 son nuestros»: no quiero que la gente que acude al teatro se vaya, sino que se incorporen otros. Los productores dijeron que no porque éramos actores de 20 años, pero nos atrevimos.
Menuda ayuda
Woody Allen ya había hablado por boca de María Barranco en Adulterios, una propuesta teatral dirigida por Verónica Forqué. El deseo de trabajar con Merlo ha propiciado este nuevo encuentro con el genio neoyorquino. La particular vena cómica de la actriz se pone al servicio de una de las consejeras del desquiciado protagonista: Va a echarle una mano porque es su amigo, pero se la echa al cuello, admite Barranco. Es fresca, divertida, romántica y tiene la ironía de los personajes de Allen. Además, se felicita de haber coincididido con Townsend, la directora de cabecera de los Larrañaga: Dice las cosas muy claras; mejor porque mi cabecita no da para tanto, concluye.
Bogart y Woody Allen, qué dos referencias tan grandes para una misma función...
Qué bonito es cuando conviven el teatro y el cine juntos y tan bien como aquí. Y qué inteligente Woody Allen al hacer del tópico de Humprey Bogart, no el real, el amigo invisible de mi personaje (un crítico cinematográfico bastante frustrado). Dicen que éste es un ejemplo de comedia perfecta y creo que realmente lo es.
Se trata de un Woody Allen joven escribiendo sobre su tema favorito, ese que tanto ha desarrollado después: un hombre neurótico que no triunfa con las mujeres.
Siempre digo que es el filósofo de la carcajada. El humanista más grande que ha contado la historia de Estados Unidos como no les gusta que se cuente: sí, somos bajitos y feos, depresivos, perdedores y tenemos miedo a la muerte. Es un autor lleno de contradicciones, y eso es maravilloso para un actor. Es el ateo con más deseos de creer del mundo; es el que más se ha psicoanalizado del mundo y el que menos cree en esa terapia; se cree romántico, pero practica el patetismo...
He leído que lo compara con Valle-Inclán.
Valle-Inclán convirtió todos nuestros defectos en una característica que definía a un país entero y, como te decía, Wooy Allen ha hecho lo mismo con América.En la época en que lo hizo tenía mucho mérito. Ahora hay un cine más socialmente comprometido con filmes como Mi nombre es Harvey Milk o Monster. Cuando él empezaba, el 80 por ciento eran filmes para soñar. Sus personajes están deformados por el espejo del Callejón del Gato de los que tanto habla Valle. Ambos también tienen en común que señalaban modelos alternativos. Ahora hay mucha negación de lo que existe, pero escasas propuestas.
¿Cómo es la versión de Juan José Arteche?
Absolutamente maravillosa. Soy un actor que en los ensayos sufre muchísimo porque creo que el papel es un traje que nunca me va a sentar bien. Pero esta vez me he sentido a gusto desde el principio. Será también porque me dirige otra vez Tamzin Townsend (Gorda) y porque trabajo con María Barranco, con quien paso casi todo el rato en escena. Pero es que además soy tan «fan» de Allen... He leído todo lo que ha caído en mis manos suyos, textos cortos, teatro, conversaciones, también biografías... Cuando tienes una materia prima tan buena hay que ser muy torpe para no comunicar con el público.
Este personaje no deja de ser Allen, adivino que será difícil quitarse su imagen de la cabeza.
Primero, no se puede pretender imitar a un genio porque eso es perder. Y segundo, a talento seguro que no gano a Allen, pero en neurosis, sí. Soy neurótico de nacimiento y ahora, a los 44 años, también a mucha honra. Ya soy un loco con base. Además, ya para ser guapo me cuesta mucho esfuerzo, tengo que estar tres meses pasándolo fatal. Me estoy quedando calvo, me pongo gordo.. Así que para hacer de cuarentón abandonado me basta con no peinarme.
Le estará explicando a María Barranco, con mucha más experiencia en cine, lo duro que es esto del teatro.
Pero también es verdad que el teatro es la única profesión liberal hoy en día en la que sabes a qué hora terminas. Pase lo que pase, a las 21:30 horas acabas. No te digo si haces cine o televisión.
Hablando de trabajo, su última gira, la de Arte, acabó precipitadamente por un ataque de estrés.
Quedaban cuatro plazas: Bilbao, San Sebastián, Valencia y Salamanca. Ya tenía pensado parar un año, porque durante los últimos siete protagonicé tres obras de teatro y dos series, una de 98 capítulos y otra de 47. La voz me empezó a fallar y fui al mejor otorrino. Me dijo: no tienes nada en la garganta, pero sí un nivel de estrés tan enorme que o te callas o te quedas sin voz.
Será la primera vez que actúe en el Maravillas, el teatro que gestiona su familia.
Le decía a Pedro Larrañaga (su hermano y gestor del espacio): «Ya me toca». Tenía mucha ilusión porque echo la vista atrás y me doy cuenta de que en la primera producción teníamos un coche para vender si la cosa nos iba mal.
Es un espacio que ha logrado atraer a un público hasta entonces poco teatral.
Ése era el objetivo de Pedro ya hace 24 años, cuando hicimos «Los 80 son nuestros»: no quiero que la gente que acude al teatro se vaya, sino que se incorporen otros. Los productores dijeron que no porque éramos actores de 20 años, pero nos atrevimos.
Menuda ayuda
Woody Allen ya había hablado por boca de María Barranco en Adulterios, una propuesta teatral dirigida por Verónica Forqué. El deseo de trabajar con Merlo ha propiciado este nuevo encuentro con el genio neoyorquino. La particular vena cómica de la actriz se pone al servicio de una de las consejeras del desquiciado protagonista: Va a echarle una mano porque es su amigo, pero se la echa al cuello, admite Barranco. Es fresca, divertida, romántica y tiene la ironía de los personajes de Allen. Además, se felicita de haber coincididido con Townsend, la directora de cabecera de los Larrañaga: Dice las cosas muy claras; mejor porque mi cabecita no da para tanto, concluye.
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